Gustavo Alarcón tiene una vida ajetreada. Compatibiliza el alto rendimiento con los estudios universitarios.
Gustavo Alarcón fue una de las grandes sorpresas de Chile en los Juegos Panamericanos de Lima. Obtuvo medalla de plata. El esgrimista venció en la semi del florete a Race Imboden, ganador del bronce en los Olímpicos de Río, y en la final dio pelea contra el estadounidense Gerek Meinhardt, por entonces número dos del mundo. “Nada es imposible como dijo ‘Nico’ Massú”, declaró entre risas el deportista nacional en la capital peruana. Ya han pasado cuatro años. Alarcón competirá en Santiago 2023 y sabe que ya no es el muchacho del que nada se espera. La presión será distinta. “Mi objetivo, estando en casa, es lograr una medalla. Sea cual sea el color. Ojalá llegar a la de oro, ojala repetir también la final panamericana, en individual y sobre todo por equipos. Estoy muy ilusionado. Este ciclo lo hemos proyectado muy bien al equipo, que es mi familia, están mis primos y mis hermanos”.

Para Alarcón la esgrima fue una herencia sanguínea. Su tía Ruby fue su primera entrenadora y le enseñó lo básico cuando era muy chico. “No era muy consciente de lo que hacía”, comenta. Pero en la adolescencia el gusto creció y pasó a ser un proyecto de vida.

Fuente: Emol.com